Han pasado cien días desde el aislamiento social preventivo
y obligatorio, por ende, cien días desde la virtualización repentina de los
procesos de enseñanza y aprendizaje. Se acerca el final del primer
cuatrimestre, impensado que fuera así de extenso. ¿Pudiste tomarte un tiempo
para reflexionar acerca de tu práctica? ¿Te preguntaste si todo lo que ocurrió
allí, en la virtualidad, fue realmente un acto pedagógico? ¿Sentís que pudo
concretarse el “encuentro”, el “diálogo” con tus estudiantes? ¿Cuáles fueron
tus respuestas? ¿Qué te repreguntaste?
Sin dudas este es un tiempo de preguntas. Es tiempo de
revisitar lo recorrido, a la luz del tiempo transcurrido y de los resultados
que pudimos advertir hasta el momento. Atrás, tal vez, quedó ese tiempo más
inquietante, de búsqueda imprevista de recursos que permitieran poner en marcha
un sistema que virtualizara la presencialidad planificada. Incluso,
posiblemente, en el medio te replanteaste los tiempos, el contexto, las posibilidades
concretas, tuyas y de los estudiantes, y advertiste más que nunca que la planificación
debe ser un instrumento flexible, ya que la realidad nunca es una
situación acabada, y que los imprevistos están a la orden del día.
Claramente hay muchas cosas que deben replantearse, contenidos
esenciales, formas de evaluación, la virtualidad como un complemento que
potencia la enseñanza y los aprendizajes, que propicia el desarrollo de
competencias y habilidades propias del siglo XXI, entre otras cosas. Triste sería
desaprovechar todo este camino andado, todos estos aprendizajes construidos, y
volver a un sistema educativo que siguiera adelante como si nada de esto
hubiera ocurrido.
Pensemos todas las modalidades que atravesaremos cuando esto
termine. Primero presencialidad, mínima presencialidad; luego virtualización
plena en una situación educativa de emergencia; posiblemente luego vendrá un
tiempo de mixtura, de “anfibios” en palabras de Roberto Igarza, volviendo a las
aulas de a poco, completando con la virtualidad; y finalmente volveremos a la
presencialidad, y en el mejor de los escenarios conservaremos una fuerte
impronta de virtualización. Sin dudas el tiempo que viene deberá conformar un combo potente que contemple la presencialidad repensada, y lo mejor de la virtualidad descubierta
en estos tiempos de emergencia. Estas nuevas formas de comunicación, estos
espacios que posibilitaron ampliar el aula física, este acceso fuerte a
recursos multimodales, deben conformar, junto a la presencialidad, un entramado
del que todos salgamos beneficiados, esa “nueva normalidad”, de la que muchos
están hablando.
Tomemos conciencia de todo lo bueno que los estudiantes han
podido aprehender, no solo respecto a las diferentes disciplinas, sino también en relación a
competencias que sirven para la vida, como lo es comunicarse en diferentes
entornos, trabajar en equipo en la virtualidad, fortalecer la autonomía
respecto a la planificación del tiempo y del uso de los recursos digitales, reforzar la empatía, la toma
de decisiones, incluso el darse cuenta de que es posible aprender, más allá del aula física, ganando en confianza y seguridad.
No debemos dejar de mirar tantos niños, jóvenes, familias,
que no están logrando sostener trayectorias educativas, por diferentes
circunstancias, y ahí es donde el compromiso debe ser más intenso. Un mensaje,
un llamado, un acercarnos, para crear vínculos a pesar de la dificultad y
encontrar formas de salir adelante juntos, no como cliché, no como frase que
queda bonita, sino como un desafío real de “personalización de la tarea educativa”.
Personalizar, flexibilizar (que no es lo mismo que enseñar/aprender menos), son
conceptos que escuchamos siempre, pero que pocas veces se ponen en práctica.
Esta es una gran oportunidad de llevarlo a cabo. Habrás ganado, nada más y nada
menos, que sostener una “presencia” en el aula, esa que pronto volverá a
cobijarnos.
Deseo que tengas muchas presencias,
ahora en la virtualidad, y luego en la presencialidad
enriquecida. Presencias que no serán las mismas, serán presencias empoderadas posiblemente... además, para finalizar, deseo que te sigas haciendo preguntas, y siempre encuentres tiempo para pensarlas y responderlas. :)
He aquí mis mínimas certezas: La pandemia y el aislamiento han generado un movimiento enorme y a nivel mundial en los sistemas educativos. Nos estamos revisando críticamente y encontramos cosas que no funcionan más. Estamos intentando nuevas formas. Encontramos maneras en la virtualidad. Desmitificamos la superficialidad de la virtualidad. El vínculo se puede sostener en la virtualidad, aunque el esfuerzo debe ser mayor. La desigualdad de acceso y permanencia en Argentina es ENORME.
ResponderEliminarAhora, mis grandes preguntas: ¿Qué es educar, hoy?¿Qué rol cumple la escuela, hoy?¿Hacia dónde vamos?¿Seguimos educando para la universidad?¿Cuándo va a tener lugar la educación de las emociones, para que los adultos del mañana sepan, mejor que nosotros, gestionar sus frustraciones y miedos, y en definitiva, tengan una mejor salud emocional? Son solo algunas de las preguntas que me hago de vez en cuando. Amo la docencia, amo estar inmersa en el mundo del desafío de aprender, sentirme nutrida en el vínculo pedagógico, ser parte de comunidades educativas. Sin embargo, más que nunca hoy me duele saber que hay niños, niñas y adolescentes que están sin la contención que recibían en sus aulas, que no tienen conectividad ni acompañamiento, y que incluso cuando vuelvan a sus escuelas, sus contextos de carencia económica y afectiva seguirán igual de terribles. Acá es donde se me caen algunos entusiasmos, pero supongo que a todos nos pasará. Apostemos por una educación más humana que nunca, dinámica, ajustada a la realidad, con pensamiento crítico y base en las habilidades, que sea inclusiva de verdad, diversa, abierta y conectada.
Un montón!! Tus preguntas son precisas y profundas, tan profundas que algunas de ellas (las primeras) se preguntan hace tanto tiempo!! Me refiero puntualmente a "para qué formar, cuál es el sentido de la educación"... para el mundo laboral se reponde muchas veces. Pero, como vos, considero que tenemos que ir más allá, transcender esa perspectiva, y sin dudas todas las dimensiones que mencionás son importantísimas: el pensamiento crítico, el fortalecimiento de habilidades para el mundo de hoy, que considere la inclusión desde las entrañas, abierta y conectada.... pero sobre todo que siente sus bases en una visión "humanista", ya que el hombre es gran transformador de sí mismo y del mundo que lo rodea. Esa es nuestra esperanza, Vic. para todo lo que nos duele.
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